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HISTORIA - ARTE / Curiosidades
históricas. |
LAS OCHO VIRTUDES DEL CABALLERO
MEDIEVAL.
Las ocho puntas de una cruz.
La Cruz de Malta, también
conocida como Cruz de San Juan o Cruz de ocho puntas, es identificada como
el símbolo de los caballeros que servían en el hospital de
Jerusalén, conocidos primero como los Caballeros de la Orden Hospitalaria
y luego como Caballeros de San Juan. Originalmente fue el símbolo
de Amalfi, una pequeña república italiana del siglo XI.
La cruz de Malta sigue siendo el
símbolo de la Orden Soberana y Militar de Malta así como
otras órdenes denominadas de San Juan. En los últimos siglos
ha llegado a ser adoptada como la insignia de numerosas órdenes
de caballería. Este símbolo también aparece en los
escudos de varias poblaciones castellano-manchegas antiguamente pertenecientes
a la Orden de San Juan, como Alcázar de San Juan o Consuegra.
Sus rituales comprendían
tres partes: la entrega del hábito y la profesión religiosa,
la recepción del Orden de Caballería con las espuelas y
la espada y la entrega de la Cruz octógona de la Orden.
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Al imponerle la cruz se le recordaba
que esta era blanca como signo de la pureza de cuerpo y alma del postulante
y que sus ocho puntas simbolizan las ocho virtudes o beatitudes propias
del caballero de San Juan: consentimiento espiritual, vivir sin malicia,
llorar y arrepentirse de los pecados, humillarse ante las injurias, amar
la justicia, ser misericordioso, ser sincero y limpio de corazón
y capaz de soportar las persecuciones.
En las Partidas de Alfonso X el sabio,
se consideraban ya como virtudes cardinales la cordura, la fortaleza, la
mesura, la justicia y la lealtad: la cordura, prudencia o buen seso que
se potencia con la discreción, la cautela y la sagacidad, la fortaleza
que implica la valentía, la constancia, la firmeza y la capacidad
de sufrimiento, la mesura o templanza que debe permitir la discreción
en toda la conducta del caballero, el habla, en el comportamiento con los
demás, en los deleites y en el goce de los bienes materiales la
justicia «que ha en sí derecho e igualdad» y que el
caballero debe siempre mantener e impartir y la lealtad que obliga con
amigos y enemigos y de la que deriva la obediencia.
Casi todas las órdenes coinciden
el exigir valor (el valor del caballero es un valor moral), la rectitud,
para seguir resueltamente un camino de verdad. Una verdad que da
sentido a la cortesía, a la fortaleza y a otras virtudes, ya que
la mentira y el equívoco resultan viles y deshonrosas. Todo
ello referido a una cortesía que no se trata de llevar a cabo exteriorizaciones
corteses puramente formales, sino en mantener una armonía
interna y externa que muestre el imperio del espíritu sobre
la materia y la dignidad de la persona y que llevaba a claras exigencias
morales y didácticas y a numerosas reglas de etiqueta.
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