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EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
UNA TARDE EN SANTIAGO DE COMPOSTELA
"Como tú te ves, me vi;
como me ves, te verás".
Llovía a mares y tuvieron
que buscar un plástico para proteger al futuro, que ya era presente,
un presente durmiente de pocos días que ha tenido que escuchar esta
historia cada día de su vida.
Pasaron por delante de la iglesia
de las cuatro sotas, la de San Fructuoso.
Miraron a lo alto para ver las sotas,
que no son otras que las cuatro virtudes cardinales, la prudencia, la justicia,
la fortaleza y la templanza. A la la vuelta se pararon en el muro sur,
donde hay una calavera esculpida con dos tibias cruzadas, y una inscripción
"como tú te ves, me vi; como me ves, te verás".
La vida sigue su rumbo y el futuro,
que ya era presente, un presente de días, reclamaba volver a su
tiempo, el mejor tiempo, el que se recuerda todos y cada uno de los días.
Ojalá el futuro vea un día tan feliz como aquel. Llovía
a mares y ella, con el pelo empapado, era la mujer más hermosa que
se vio y se verá, decía el viajero. A veces uno cree
que volverá a ver, pero es mentira, se ve cada día, como
el sueño que sueña un sueño, y todo se confunde, aquello
a lo que llamamos realidad y el deseo soñado. Es la evanescencia
de la realidad que se entremezcla con lo soñado.
La materia no sustenta la realidad,
confirma la moderna física cuántica. Lo que importa es la
energía. La materia es muy parecida al vacío. Cualquier cuerpo
sólido tiene un 99,9 de espacio vacío y si no lo atravesamos
es porque los electrones, tan insignificantes respecto al átomo
(como un grano de arroz respecto a un campo de fútbol), giran tan
rápido alrededor del núcleo que hacen imposible su penetración.
La materia no es nada diferente
de la energía. La realidad se relaciona con el observador. El mundo
no es real, ni es tal como lo percibimos, el ser humano no puede percibir
el todo, sólo se percibe una percepción de lo que llamamos
realidad. Es algo como un sueño. Por eso el viajero vivía
soñando, porque la espera se le hacía demasiado larga, porque
el viajero sólo quería volverla a ver, ese era su único
pensamiento.
Mientras paseaban los tres por Santiago
hablaban de la percepción de la materia que escucharon de los monjes
en el Himalaya. Cuando se le preguntaba por aquel momento no hablaba de
pasado, no hablaba de futuro, no descubría lo que pasó en
el Himalaya. El ya había vuelto a ver. Recostado junto a la chimenea
no está aquí, está en otro tiempo, en otro espacio,
en un momento en el que llovía a mares y ella, con el pelo empapado,
era la mujer más hermosa que se vio y se verá, decía
el viajero una y mil veces mil.
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video)
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